martes, 21 de enero de 2014

“Te chalequeamos porque eres parchita” por Erick Lezama Aranguren


El rechazo por la orientación sexual en planteles es un fenómeno silente
Cuando Cristóbal caminaba frente al grupito de varones del salón, lo hacía con la rigidez de un robot. Creía que así dejarían de decirle “marico”, “niñita”, “mariquita”, “pato”, “pargo” “partido” o “parchita”. Pero nada: siempre, en la hora de la entrada, del recreo o de la salida, alguno le gritaba algo. Y él reprimía el llanto.   
Les temía, claro, porque sabía lo que eran capaces de hacer. A veces, cuando lo veían, ellos -todos menores de 10 años, como él- escupían en señal de asco. Un día, en cuarto grado, lo rodearon y le lanzaron pelotas de papel. “Déjenme quieto”, gritó con voz gruesa y manoteó brusco. “Miren, el pato se alzó. Vamos a enseñarle a respetar: nosotros te chalequeamos porque eres parchita, marico, pato”. Y le dieron una golpiza. Ese día, como siempre, ahogó las lágrimas. Sus tíos le habían enseñado una frase que para él, en momentos como estos, se convertía en un mantra que repetía mentalmente: “Los hombres no lloran”.   
Alfonso vivió cosas parecidas. Le gustaba el deporte, pero detestaba las clases de Educación Física. Sus compañeros, en quinto grado, soltaban risotadas cuando a él le tocaba el turno al bate, por eso se ponía nervioso y lo hacía mal. Hasta las niñas le hacían comentarios. Un día una le gritó frente a todos: “Tú eres un marico, marico, marico…”. Y ahí sí no se aguantó y lloró.   
Lo que Cristóbal - 21 años- y Alfonso -23 años-vivieron, ese sometimiento a través de mecanismos de intimidación y maltrato que les afectó emocional y psicológicamente, se denomina bullying (o acoso escolar) por orientación sexual.   
A quienes ahora son víctimas de este tipo de acoso -como lo fueron Cristóbal y Alfonso en su época de estudiantes de primaria y bachillerato- se les viola el principio de no discriminación e igualdad establecido en el artículo 3 de la Ley para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (Lopnna).   
El rechazo por la orientación sexual en planteles es un fenómeno silente. Todavía un asunto relegado a cuchucheos de pasillo. No ocurre lo mismo con otras formas de violencia escolar, de las cuales sí se conversa con franqueza.   
Por eso, a instituciones como Cecodap, organización no gubernamental (ONG) enfocada en promover y defender los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y que se ha dedicado en los últimos años a caracterizar la violencia en centros estudiantiles, se le ha hecho complejo dimensionar el problema.   
En los Consejos de Protección de los municipios Baruta y Chacao no se han recibido denuncias por esta forma de acoso escolar, pero sí por las demás. El año pasado Cecodap visitó 19 estados del país para dictar talleres sobre violencia en centros educativos. La metodología utilizada consistió en el abordaje de situaciones concretas de agresividad que se hayan presenciado en los planteles, para luego perfilar soluciones.
En 100% de las instituciones visitadas se observó la presencia de discriminación por orientación sexual, refiere Oscar Misle, director de la ONG. “Es un tema que no sale en las conferencias para tratarlo abiertamente. A uno le llegan comentarios despúes, en los pasillos, que hay un muchacho raro, o una chica rara”.   
José Ramón Merentes, vocero de la Red de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales en Venezuela (Lgbt) y director de la ONG Unión Afirmativa, cree que se trata de una situación que se oculta, por lo cual no se denuncia y no existen cifras que la cuantifiquen. En otros países sí hay registros: de acuerdo con una encuesta realizada en Reino Unido en 2011, 65% de lesbianas, gays y bisexuales jóvenes sufrió acoso escolar y la cuarta parte fue agredida físicamente.   
Vivir  con miedo
A veces, Cristóbal esperaba que en su casa se durmieran para poder llorar. Así nadie lo veía. Le encantaba estudiar, pero no era feliz en la escuela y no lo fue del todo en el liceo. Siempre andaba solo, con temor a relacionarse. Todavía, dice, le cuesta interactuar y lo hace con rigidez, por miedo al rechazo. Ni él, ni Alfonso pensaron en quitarse la vida.   
Pero a otros el suicidio sí les ha rondado la cabeza. Los resultados preliminares de una investigación realizada en septiembre de 2011 por la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales, en conjunto con el Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales en Madrid, España, así lo confirma. 43% de una muestra de 653 jóvenes de diversidad sexual menores de 25 años, ha considerado la posibilidad de atentar contra su vida. De ese porcentaje, 41% lo ha imaginado, incluso, con los detalles. En ese estudio se apunta que las formas más comunes de acoso son los insultos, los comentarios malsanos y agresiones físicas.   
En el país, la fundación Reflejos de Venezuela ha conocido algunos casos de suicidios: ocho en el año 2012, y once en 2013.   
Ante  hechos extremos como esos  es cuando hay una reacción ante el tema, observa Misle. Pero es a partir de la discriminación cotidiana y continua que los jóvenes comienzan a acariciar la idea de dejar de existir, apunta la investigación española. “Lo pensé porque la vida es una mierda(…) uno no puede ser feliz. Yo quería tener una novia. Lo que para los demás es normal, a mí me causaba temor y eso no es justo”, dijo una de las lesbianas consultadas.   
“Una persona que sea discriminada por su orientación sexual manifiesta depresión, inseguridad y soledad”, explica Ana Margarita Rojas, vicepresidenta de la Fundación Reflejos de Venezuela. “El muchacho termina sintiéndose acorralado, no sólo en la escuela, sino en la familia. Se siente fuera del grupo, vulnerable, anormal, raro, criminalizado, rechazado”, refiere Misle.
El psicólogo social Leoncio Barrios, especialista en Comunicación para la Salud, afirma  que ese acoso pudiera llevar a problemas de rendimiento escolar. Incluso, Barrios asegura que las víctimas pudieran somatizar esas agresiones y presentar problemas de salud.   
Por eso, Merentes considera que esta forma de violencia escolar es más grave que las otras, y recurre a un ejemplo para explicarse: “Al que discriminan por ser negro, seguro proviene de una familia de piel morena y se siente libre de decirle a sus familiares lo que ocurre. El gay que le cuenta a su familia que lo agreden por eso, posiblemente es rechazado”.
Alfonso tenía claro lo que sostiene Merentes: nunca comentó en su casa sobre el acoso que le tenían por su tendencia sexual, pero sí lo hizo  porque en la escuela le decían “cuatro ojos” por tener lentes.   
Se lo buscaron   
Misle, en sus recorridos por distintos planteles del país, ha constatado que en ocasiones no molesta tanto que un chico sea gay, sino que lo parezca. Para el psicólogo Barrios, eso ocurre cuando el comportamiento es distinto al esperado. Advierte que aunque un niño sea afeminado, o una niña sea masculinizada, no  necesariamente está ante una persona con dificultad en la identidad sexual.   
Alfonso plantea un análisis diferente, basado en su experiencia: “Yo hoy me reconozco como gay, pero estoy seguro que no era muy amanerado. Lo que ocurría es que era diferente a mis compañeros: era más educado, decía buenos días, me lavaba las manos antes de comer. Para ellos yo era muy delicadito para ser varón”.   
 El rechazo no sólo lo impulsan los compañeros de clases, sino que, a veces, también lo practican los docentes, quienes intentan en ocasiones apoyar a las víctimas para que cambien su forma de ser. Esa idea está recogida en un informe anual de 2011 del alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En el documento se expresa la preocupación del Comité de Derechos del Niño por las secuelas de  este tipo de discriminación.   
Alfonso lo vivió: su maestra llamó a la mamá para que lo llevaran a un psicólogo porque parecía “raro”. Lo cambió de puesto para que jugara más con los niños. Por esas actuaciones de los docentes, concuerdan los especialistas, los afectados terminan sintiendo que ellos se buscaron el rechazo.
Barrios explica que la homofobia se manifiesta en los planteles porque, quienes hacen vida allí han aprendido, en la sociedad, a rechazar lo diferente.   
El experto le da una connotación histórica a esta forma de discriminación: “Lo femenino siempre ha sido descalificado. El nacimiento de un varón llena  de orgullo. Entonces un niño que parezca femenino es rechazado y motivo de burla. También ha sido mal visto lo que es diferente, no sólo en cuanto a lo sexual. Por eso también discriminan tanto a los homosexuales como a las lesbianas; aunque los niños amanerados sufren más que las niñas masculinizadas”. 
19 casos de suicidios a causa  de la orientación sexual conoció la Fundación Reflejos de Venezuela entre 2012 y 2013.  
Apoyo familiar  
Los especialistas tienen claro que la solución se inicia en la familia. Para Ana Margarita Rojas, de Reflejos de Venezuela, es fundamental que los padres construyan con sus hijos relaciones basadas en el  respeto y  la comunicación. Sin el apoyo del núcleo familiar, refiere Merentes, un niño víctima es más propenso a acercarse a las drogas y atravesar por cuadros depresivos.   
En la escuela el trabajo debe estar enfocado en el reconocimiento de la situación, sin prejuicios, considera Misle: “Se habla del embarazo adolescente, de las enfermedades de transmisión sexual, pero no de la diversidad sexual”.
Es un tema que ha trabajado a Cecodap, pero que a Reflejos de Venezuela se le ha hecho complicado abordar: “Es difícil que se nos abran las puertas de las escuelas, porque de entrada saben que somos una organización sobre diversidad”, sostiene Rojas.   
Frenar la situación implica, de acuerdo con los especialistas, el desarrollo de políticas públicas claras. La Red Por lo Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes (Redhnna) -compuesta por 44 organizaciones de la sociedad civil-, presentó un informe en octubre pasado ante el Comité de Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas, donde reclaman que el Estado venezolano no toma en cuenta en sus políticas hacia la niñez y adolescencia la discriminación que padecen los niños, niñas y adolescentes por su orientación sexual o identidad de género. El documento alerta la inexistencia de apoyo para orientar a las víctimas, sus familias y docentes a fin de superar estas situaciones.   
Nota: los nombres de los testimonios fueron cambiados por solicitud propia.

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