A lo largo de las últimas décadas, América Latina está siendo
identificada como un ejemplo de los fenómenos de desigualdad y de
exclusión social que existen en el mundo. Los jóvenes latinoamericanos, y
de manera destacada los de edades comprendidas entre los 15 y los 24
años, constituyen la franja de población que está más expuesta a la
violencia, ya sea como víctimas, ya sea como agentes. La violencia
afecta de modo especial el ambiente escolar. El deterioro de las
relaciones perjudica la calidad de las clases y el desempeño académico
de los alumnos. Además de tener efecto sobre la calidad de la enseñanza y
sobre el desarrollo académico, la "atmósfera violenta" de la escuela
afecta el ejercicio profesional del equipo técnico-pedagógico. Ese
ambiente influye en la percepción que los alumnos tienen del espacio
físico de la escuela, lo que modifica la idea que ellos se hacen de la
administración escolar, y también en la de sus impresiones sobre los
propios colegas. Un ambiente escolar hostil perjudica las relaciones
entre las personas que componen la escuela (profesores y alumnos,
profesores y administración, alumnos y alumnos, y alumnos y
administración). Sin duda, la violencia, hoy en día, es uno de los
factores que más peso tiene en la baja calidad de la enseñanza. A partir
de tal premisa, todos somos víctimas. De una u otra forma, nuestras
vidas cotidianas se ven alteradas por escuelas que las circunstancias
han convertido, en casos extremos, en verdaderos campos de batalla. Por
ese motivo, es del todo necesario fijar la atención en las experiencias
que tienen la capacidad de estimular la promoción de nuevas formas de
cambio y de transformación global.
Miriam Abramovay
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